Micro by Michael Crichton & Richard Preston

Micro by Michael Crichton & Richard Preston

autor:Michael Crichton & Richard Preston [Crichton, Michael & Preston, Richard]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Ciencia ficción
editor: ePubLibre
publicado: 2011-01-01T05:00:00+00:00


22

Cerca de la estación Bravo

29 de octubre, 18.00 h

Los seis estudiantes supervivientes escogieron un terreno elevado, junto a la base de un árbol. Allí estarían a salvo de las inundaciones si llovía durante la noche. El árbol era un ohia que había florecido y cuyas flores rojas brillaban en la débil claridad del anochecer.

—Deberíamos levantar una empalizada —dijo Peter.

Todos empezaron a recoger ramitas y tallos de hierba seca que cortaron en forma de astillas y clavaron en el suelo, muy juntas. De ese modo, formaron un muro de estacas afiladas, orientadas hacia fuera, con el que rodearon el campamento; también dejaron una abertura lo bastante estrecha para que pasara uno de ellos y la defendieron con una entrada en zigzag.

Trabajaron reforzando su refugio mientras tuvieron luz suficiente para ver. Arrastraron hojas muertas al interior e improvisaron un techo con ellas para protegerse de la lluvia y de los depredadores voladores.

También las extendieron por el suelo y formaron un colchón que los mantenía por encima del terreno, que se estaba llenando por momentos de pequeños gusanos. Por último, lo cubrieron con la lona de la tienda ligera para mantener la superficie seca y para que fuera un poco más confortable para dormir.

Habían construido un refugio.

Karen sacó su espray de benzoquinonas. Estaba casi vacío porque había utilizado la mayor parte en su enfrentamiento contra las hormigas.

—Todavía queda un poco, por si nos atacan.

—Ahora me siento mucho más seguro —repuso Danny con sarcasmo.

Rick cogió el arpón y mojó la punta en el frasco de curare.

Luego lo dejó apoyado en la empalizada, listo para ser utilizado.

—Deberíamos hacer guardia —comentó Peter—. Propongo que nos turnemos cada dos horas.

Se planteó la cuestión de encender o no un fuego. Si se hubieran perdido en el mundo normal, lo lógico habría sido prender una buena hoguera para mantener a raya a los depredadores y estar calientes. Sin embargo, en el micromundo la situación era distinta. Erika lo explicó.

—Los insectos se sienten atraídos por la luz. Si encendemos un fuego, podríamos atraer depredadores que ahora están a cientos de metros. Por la misma razón, propongo que tampoco encendamos las linternas.

Aquello significaba que tendrían que pasar la noche en la más completa oscuridad.

A medida que el anochecer se convertía en negrura, el mundo que los rodeaba fue perdiendo sus colores y fundiéndose en un conjunto de sombras grises y negras. No tardaron en oír un ruido sordo, parecido a un trapaleo, que se acercaba; el ruido de muchas patas golpeando el suelo.

—¿Qué es eso? —preguntó Danny con voz temblorosa.

Una manada de seres fantasmales y delicados surgió de entre las sombras y pasó ante el refugio. Eran segadores, criaturas que caminaban sobre ocho patas increíblemente largas y finas.

Desde el punto de vista de los microhumanos, aquellas patas tenían una longitud de casi cinco metros. El cuerpo de los segadores era un pequeño óvalo dotado de dos ojos brillantes y suspendido entre las patas. Las criaturas se desplazaban con agilidad por el terreno, en busca de alimento.

—¡Son arañas gigantes! —exclamó Danny, apretando los dientes.



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